El pasado 25 de noviembre periodistas, abogadas y psicólogas debatieron en la UAB sobre la representación de las violencias machistas en los medios en la mesa “Violencia machista: el abismo entre la realidad y los medios” organizada por el Máster Género y Comunicación de la UAB.
Durante el debate se planteó como viven las mujeres las violencias machistas que sufren en los diferentes ámbitos de sus vidas y cómo luego estas experiencias son expuestas por los medios de comunicación. Cuando una mujer es agredida sexualmente, la creencia que tienen sobre ellas mismas es de soledad, de impotencia y de aislamiento, según explica la psicóloga de la Associació Assistència Dones Agredides Sexualment (AADAS), Violeta García. Y estas creencias son potenciadas por los medios, que a la hora de tratar este tema lo hacen a partir de tópicos y clichés, buscando este tipo de testimonio a la hora de publicarlo. Lo único que se consigue es reforzar la idea de que las violencias machistas son algo íntimo y privado, que sólo afecta a quien la sufre.
Los medios de comunicación también no sólo obvian que las mujeres no están solas. También obvian que son capaces de defenderse, y que en muchos casos de agresión ellas han respondido. Las victimizan, las hacen débiles y pasivas. A los agresores, psicópatas agresivos, que seguramente tengan alguna enfermedad que pueda haberlo llevado a hacerlo. Los medios reproducen los roles de género, sin cuestionamiento ninguno. Se les olvida explicar también que sólo un 20% de las agresiones sexuales son cometidas por desconocidos. El resto vienen del entorno. Primer mito desmontado.
A por el segundo, las denuncias. Cuando se dice que solo un 18% de las mujeres había denunciado a su agresor, se la responsabiliza a ella en cierta manera de la agresión y se presentan las denuncias como método “súper efectivo”, explica Violeta García. La abogada de Dones Juristes, Carla Vall, explica por qué es un mito: no se denuncia por miedo al agresor. “Se les pide hacer de heroínas en el momento que corren más peligro, que es en el que deciden romper con el agresor”. De hecho, añade la periodista y directora de Píkara Magazine, June Fernández, «la agresión o la muerte de la mujer viene en muchos casos cuando consigue empoderarse y denunciar o separarse de su agresor». Y lo tienen que hacer sin acompañamiento profesional, casi inexistente por la falta de recursos y de perspectiva de género entre quienes trabajan en los juzgados.
El desmontaje sigue. Pensar que las denuncias son rápidas y efectivas es ingenuo. Las mujeres que van a denunciar tienen que aguantar trámites largos y que en muchos casos acaban sin ninguna medida preventiva o resolución. Es difícil de creer, ya que desde los medios se nos habla siempre de la denuncia como herramienta casi única e infalible contra la violencia machista. Con cifras, las cosas siempre se ven diferentes. Carla Vall aporta datos: sólo un 30% de las órdenes de protección son estimadas y sólo uno de cada tres juicios acaba en condena. El resto, en absolución. No porque los agresores no sean culpables, si no por falta de pruebas. Esto tampoco se dice en los medios.
Empieza la crítica y la autocrítica. June Fernández, directora de la revista feminista Píkara, y la periodista del quincenal La Directa, Anna Celma, hacen un repaso de las malas prácticas en el oficio. Se cae siempre en la culpabilización de las víctimas y su marginalización tratando el caso como un hecho aislado, además de banalizarlo cuando se explica. Esta banalización se mezcla con el morbo de reproducir cómo fue la agresión o el asesinato. Es decir, en los titulares una mujer muere en vez de ser asesinada, pero en el cuerpo de la noticia está detallado – a veces al milímetro- cómo la mataron, ya que sólo leyendo la cabecera parecía que se había caído encima del cuchillo.
No hay duda que los medios, en general, reproducen el sistema patriarcal. Solo hace falta ver el lenguaje que utilizan a la hora de hablar de violencia machista, que es muy distinto al que se usa para escribir cuando una mujer mata a un hombre, por ejemplo. “Cuando un hombre asesina a una mujer, parece que hay sorpresa”, dice June Fernández. Y es que los medios refuerzan la creencia de que ésta violencia no es sistémica sino aislada: usan a familiares y vecinos como testimonios o ponen fotos de la pareja cuando explican el caso.
“Eso es una irresponsabilidad”, apunta Fernández. No se acuden a fuentes expertas que expliquen y pongan en contexto al público. Hasta ahora, los medios y periodistas se han ido justificando con el hecho de que no lo hacían de mala fe. Pero la omisión invisibiliza igual, desinforma. “Hay una falta de humanidad”.
También de empatía, ya sea entre las y los periodistas que cubren esta información con perspectiva de género, ya sea entre quien explica y quien ha sufrido violencia machista. Anna Celma explica esta falta de empatía con un ejemplo: nadie cuestionó el minuto de silencio por los atentados en París ni que salieran en las noticias todos los municipios que lo hicieron; con el minuto por las asesinadas fue diferente. “Se ve bien que se muestre un duelo público y su socialización por París, pero no se trata igual cuando va por las mujeres asesinadas”.
“Cualquier conflicto necesita estar enmarcado con un relato”, dice la periodista y codirectora del máster de Género y Comunicación (GiC), Joana Gallego. Y cuando se habla de violencia machista en los medios, como quedó evidenciado durante la mesa de debate, no hay relato. Se tratan como casos aislados, que sólo ocurren a un tipo de mujeres y por unas razones muy concretas y se circunscriben “al ámbito privado y así es imposible afrontar las violencias machistas como el problema estructural y político que en realidad es” añade Isabel Muntané, codirectora del GiC. Nada más lejos de la realidad. Si no somos capaces de definir este relato que permita circunscribir las violencias machistas como resultado de una estructura social, política y económica -y en el que los medios tienen un papel fundamental-, será difícil que la situación se afronte como una cuestión de Estado.
Desmontando mitos y sacando las vergüenzas al periodismo, la charla llega al final. Dos horas han sido suficientes para visibilizar los grandes problemas de los medios a la hora de transmitir la realidad sobre las violencias machistas. Es fácil analizar y tomar consciencia, lo difícil llega al entrar en la redacción y afrontar estas dinámicas de manera individual. Pero de ahí salieron profesionales termitas: personas que, una a una, van a ir abriendo agujeros en el sistema mediático. Y poco a poco, desgastando y agujereando, el sistema caerá.
Alumnes del GiC